Alejados de su presencia académica, calcular los metros cuadrados forma parte del día a día tanto de un trabajador de la construcción, como de un manitas o aprendiz del recurso. Más simple de lo que parece, su utilidad trasciende el mero conocimiento sobre las superficies hacia un ahorro en la compra de productos.
La omnipresencia matemática
Si bien la mayoría tenderá a tildar las matemáticas de una materia compleja, un rompecabezas inexpugnable y a menudo incluso un tormento, su presencia en la realidad material de nuestro día a día es incontestable y, de hecho, capitalmente necesaria. Desde una pequeña operación para corroborar el cambio correcto en una compra en el supermercado, o el valor final y neto de nuestro sueldo al restar las retenciones, hasta para calcular los m² para hacer un techo en nuestro propio hogar. Poca broma con las matemáticas.
Prácticamente todo el mundo ha asistido a la labor tanto de un manitas como de un profesional en casa para asistir cualquier pequeña o gran obra del hogar. Y aunque no todos podamos estar dispuestos a, por ejemplo, aplicar una capa de yeso laminado en nuestras paredes por miedo a la torpeza, las matemáticas nos eximen de otra metedura de pata. A menudo, quizás demasiado, acudimos a una tienda para comprar material con el propósito de realizar una pequeña intervención doméstica sin haber calculado bien la cantidad. Que cada uno lidie con su arsenal personal de pintura que persiste todavía almacenado en algún rincón de casa, pero un cálculo certero puede ahorrarnos cualquier exceso.
Un cálculo básico
Es en este punto donde entran los temidos metros cuadrados, o m2, cuyo cálculo, a pesar de ser sencillo, puede complicarse ligeramente dependiendo del tipo de pared. Conocer los metros cuadrados de una habitación nos ayuda tanto a tener una noción clara de su capacidad, y por lo tanto del valor del inmueble, como para poder informar a un dependiente o un profesional sobre la cantidad de material que necesitamos para una pequeña reforma. Hay que tener en cuenta toda superficie, ya que no es lo mismo una pared rectangular, que una cuadrada. Y mucho menos si éstas presentan diferencias en sus rincones, huecos o cualquier otro detalle susceptible al cambio.
Entendiendo que el cálculo básico de los m2 de un espacio no siempre puede ser certero, es preciso realizar una incursión en esta pequeña aventura matemática. La operación inicial, que todos conocemos bien, ya sea a base de ejemplo empírico o de hundir los codos en nuestro antiguo pupitre, debe emplearse como punto de partida. En esta, el cálculo básico de los metros cuadrados pasa por medir el largo y ancho de todas las paredes de un habitáculo, multiplicándolos entre sí y después sumándolos con el resto. Así, una habitación de cuatro paredes de 2 metros de altura y 4 de anchura, con 8m2 por pared, tendrá un total de 32m2.
Cuidado con las puertas y ventanas
Sin embargo, y a fin de atinar mejor el resultado, hay que tener en cuenta que las puertas y ventanas restan metros. Por lo tanto, será también preciso medir dichos elementos y restarlos del valor inicial. Obteniendo, de este modo, la medida correcta de nuestra habitación y, a la par, pudiéndonos ahorrar en material adquirido para tratarlo. En el caso de tratarse de una superficie plana, como lo es el mismo suelo, entarimado o de cualquier tipo, el proceso sería el mismo per con tan sólo un cálculo, tomando el suelo como si fuera una pared. Así, en un suelo de 5 metros de largo y 4 de ancho, tendríamos un total de 20m2, que serían el área que ocupa dicha superficie.
Las temidas zonas irregulares
Cuanto a los terrenos o áreas irregulares, aplicando el cálculo de los m2 de un polígono irregular, también existe otra operación. Tomando como ejemplo un suelo distribuido a lo largo de una sala en distintas medidas, hay que hacer un cálculo distinto y que consiste en simplificarlas, es decir, triangulándolas o estableciéndolas como un cuadrado. En ese sentido, si disponemos de un suelo cuyas medidas son A = 60m, B = 52m, C = 40m y D = 38m, deberemos realizar operaciones de multiplicación y división hasta obtener el resultado. En primer lugar, calculando el área cuadrada o rectangular que resulta de la simplificación de la zona irregular. En este caso, y tomando como referencia los puntos paralelos A y D, serían 52×38 = 1.976m2.
Una vez realizado el primer cálculo, conviene aplicar las diferencias, que en este caso resultarían en pequeños triángulos en comparación con el rectángulo calculado. En el ejemplo, y estableciendo como metros “adicionales” de la superficie son A = 1.6 metros, C = 5 metros y D = 3 metros, procederíamos a calcular el área de su triángulo con su mismo espacio (ej: Ax1.6) dividido entre dos. Siendo así (3×38)/2 = 57m2, (1.6×52) = 41.6m2 y (5×39.6)/2 = 99m2. Y por lo que el rectángulo inicial más los triángulos de más calculados daría como resultado 1.976 + 58 + 41.6 + 99 = 2.173,6m2 como total de la superficie irregular. Siguiendo ya esta línea, el resto de paredes y superficies, sea cual sea, tendrá un cálculo de sus metros cuadrados acorde y certero.