El juego es un derecho de la infancia que está contemplado como tal desde el año 1959 por la ONU. Los niños deben jugar en su día a día, pues es una necesidad antropológica básica para su crecimiento y desarrollo infantil.
En este sentido, juego y desarrollo son dos conceptos que están estrechamente ligados entre sí. Además, no es una relación que afecte exclusivamente a los humanos, pues todos los cachorros de mamíferos tienen en el juego una experiencia vital necesaria para aprender comportamientos que reproducirán cuando sean adultos. Un ejemplo muy claro son las peleas entre crías de felinos, que simulan la caza.
Volviendo a los humanos, los lazos entre juego y desarrollo infantil se observan ya desde la cuna, pues a través de esta práctica los bebés comienzan a interactuar con su entorno y con la familia, creando los primeros vínculos sociales.
¿Qué beneficios tiene el juego para el crecimiento y el desarrollo de los niños?
Jugar contribuye a la ganancia de autonomía en los niños de manera divertida. Se pueden establecer cuatro grandes áreas de desarrollo: psicomotriz, creatividad, condición física y desarrollo de habilidades sociales.
Con los juegos los pequeños ganan en coordinación y capacidad para diferenciar formas, tamaños, colores, texturas. Además, les permiten fomentar su imaginación y el desarrollo cognitivo. Igualmente, muchos juegos se basan en el movimiento, requieren de un pequeño esfuerzo físico, lo que ayuda a combatir el sobrepeso y que aprendan la importancia de una alimentación sana y la práctica de actividad física como hábito de vida.
Por último, mediante el juego los pequeños son conscientes de que viven en sociedad y que esto implica compartir con los demás, mostrar sus emociones de manera empática, comunicarse de un modo eficiente y tener herramientas para resolver conflictos.
Un apunte importante con el juego infantil es que debe emplearse como estrategia de cooperación para crear vínculos entre iguales. Esto implica que, si acudimos al deporte como actividad para promover el juego, es preferible poner el foco en la diversión y no en la competitividad. Ya habrá tiempo más adelante para reforzar sus deseos de ganar y ser el mejor. Una competitividad mal entendida durante la primera infancia puede generar muchas frustraciones entre los pequeños.
¿A qué pueden jugar los niños según su edad?
Nadie pone en duda que el juego es una gran herramienta de socialización, pues no solo favorece la creación de vínculos interpersonales, sino que consigue que los pequeños ganen en habilidades sociales y refuerza otras destrezas muy necesarias para su desarrollo.
No obstante, para que todo esto sea así es importante seleccionar bien los juegos con los que los pequeños pueden aprender. Para ello un criterio muy válida es la edad de los pequeños, que va a venir muy marcada por el tipo de desarrollo a promover.
De uno a seis meses, cuando los bebés son aún recién nacidos, los juguetes buscan más impulsar su movilidad y la manipulación de objetos. Aquí la música también aparece como un element de referencia, pues favorece su desarrollo cerebral.
Un poco ya más mayor, hasta el primer año de vida, ya surgen nuevos estímulos y formas diferentes de relacionarse con el mundo más cercano. El gateo, las primeras palabras o incluso los primeros pasos. En este momento los adultos hacen bien en proveer a los pequeños de una zona segura para jugar, como un parque o una alfombra de actividades.
Durante el primer año de vida, los bebés pasan a ser niños y se muestran más inquietos, más deseosos de descubrir su mundo. Aquí ya son protagonistas las primeras interacciones sociales con otras personas. Por tanto, es buen momento para acudir a ludotecas o escuelas infantiles que potencien ese espíritu de socialización.
Los juegos a partir de los dos años de edad
Cuando el pequeño ya tiene dos años de edad o incluso es mayor, los juegos infantiles adquieren mucho protagonismo porque son responsables en parte de su personalidad y habilidades. Aquí, juego y aprendizaje van de la mano.
En la etapa preescolar el juego adquiere una importancia crucial para interiorizar conceptos básicos como los colores, los números o los días de la semana. A su vez, se deben promover experiencias que inviten a los pequeños a desarrollar el sentido de la orientación, la creatividad y la coordinación.
En esta etapa son comunes juegos de construcción, de arquitectura o de memorización. La música y el deporte son otras capacidades que hay que poner en práctica a partir de esta edad, con sus primeros instrumentos o artículos como balones o pequeñas canastas.
Una vez traspasada esa primera etapa más infantil, los juguetes ya vienen marcados con la edad óptima, de modo que los padres pueden confiar en este criterio de manera inicial y adaptarse a él según las necesidades de desarrollo de sus hijos.